Aunque nuestras necesidades se cuenten en microgramos, el yodo sigue siendo esencial para el buen funcionamiento de nuestro organismo. Descubra en qué casos puede merecer la pena tomar suplementos.
Con el símbolo I y el número atómico 53 en la tabla periódica de los elementos, el yodo es un oligoelemento que pertenece a la familia de los halógenos. Más bien raro en el medio natural, se encuentra en poca cantidad en los productos del mar (1). Fue descubierto por primera vez en las cenizas de algas marinas en 1811. Su nombre procede del griego ioedes que significa “violeta”, por el color de sus vapores una vez calentado.
El yodo contribuye directamente al buen funcionamiento de la tiroides y en la producción normal de dos hormonas tiroideas: la T3 (triyodotironina) y la T4 (tiroxina), que contienen respectivamente 3 y 4 átomos de yodo (2). También contribuye a un metabolismo energético normal, al mantenimiento de una piel normal, así como al funcionamiento normal del sistema nervioso y a unas funciones cognitivas normales (3-5).
Como recordatorio, la tiroides es una pequeña glándula en forma de mariposa situada en la base del cuello que juega un papel esencial en el mantenimiento de las funciones vitales del organismo. Regula entre otras cosas nuestro ritmo cardiaco, nuestra temperatura corporal, nuestro crecimiento, el aspecto de nuestra piel, nuestro apetito, nuestro peso así como nuestro estado de ánimo (6).
Nuestro cuerpo no sabe sintetizar el yodo de forma endógena. Por tanto, debe extraerlo necesariamente de nuestra alimentación para cubrir sus necesidades.
Según los organismos oficiales, la ingesta satisfactoria está estimada en 90 mcg/día para los niños, 130 mcg/día para los adolescentes, 150 mcg/día para los adultos y 200 mcg/día para las mujeres embarazadas o en periodo de lactancia (7).
Una falta de yodo altera la función tiroidea. Por ejemplo, una deficiencia crónica en yodo puede provocar la aparición de bocio, es decir un aumento del volumen de la tiroides, y/o la aparición de nódulos (8).
En caso de carencia demostrada, aunque sigue siendo excepcionalmente rara, la tiroides empieza a ralentizarse: hablamos de hipotiroidismo (9). Se traduce en diversos síntomas, como un aumento de peso, una fatiga excesiva, estreñimiento, palidez o trastornos de la atención (10).
Aunque el yodo es necesario para el organismo, sin embargo, no debe ingerirse en exceso, ya que podría "alterar" la glándula tiroides (11). Por ello, la Unión Europea ha fijado un límite de seguridad de 600 mcg/día. No obstante, este riesgo es muy raro, sobre todo porque el exceso de yodo puede teóricamente eliminarse por la orina (12).
En los años 50, las autoridades públicas sugirieron enriquecer la sal con yodo para erradicar las carencias, dando lugar a nuestra sal de mesa yodada. Sin embargo, ahora se ha establecido que una dieta rica en sodio aumenta el riesgo cardiovascular: así pues, la OMS recomienda un consumo de sal diario inferior a 5 g al día, es decir 2 veces menos de lo que ingerimos como media (13).
Además de la sal yodada, el yodo se encuentra de forma natural en las algas marinas (kombu, dulse, wakame), el marisco, la yema de huevo y los productos lácteos (14).
En la mayoría de los casos, una alimentación suficientemente diversificada, Una dieta diversificada, que dé preferencia a los productos del mar y lácteos, es suficiente para cubrir nuestras necesidades. No obstante, hay ciertas poblaciones que son más propensas que otras a sufrir carencias:
No obstante, si desea tomar suplementos de yodo, le recomendamos que consulte previamente a su profesional sanitario. Él o ella podrá determinar su estado de yodo mediante un análisis de sangre o de orina (yoduria) y juzgar la pertinencia real de un suplemento.
Para las personas que deseen reducir su ingesta de sal, los suplementos de Ascophyllum nodosum (como Natural Iodine) son la mejor opción (19). Esta alga recogida a lo largo de la costa oeste de Escocia y de Irlanda tiene un contenido de sodio 10 veces menos que la sal para una cantidad de yodo idéntica.
Los comprimidos a base deioduro de potasio, fruto de la reacción del yodo y del hidróxido de potasio, tienen una estabilidad inigualable y una biodisponibilidad excepcional, evaluada a un 96,4 % (20). Esta forma es la utilizada por nuestra sal de cocina, pero también por las pastillas de yodo suministradas a la población en caso de accidente nuclear (para saturar la tiroides y evitar que se una al yodo radiactivo, que provoca graves daños tiroideos) (21). Sin embargo, confíe en formulaciones no sobredosificadas y completamente seguras (como Potassium Iodide, que contiene 200 mcg de yodo por comprimido).
Algunas formulaciones de vanguardia también combinan el yodo con diferentes compuestos beneficiosos para la tiroides (el complemento sinérgico Natural Thyro Formula combina el yodo procedente de algas marinas con el selenio, que contribuye al funcionamiento normal de la tiroides, y con el extracto de guggul, que contribuye a la salud tiroidea) (22-23).
Por último, los complementos multivitamínicos, que contienen yodo en proporciones menores, son más adecuados para el uso diario (revisada en 2019, la fórmula excepcional Daily 3 reúne nada menos que 42 ingredientes de origen natural cuidadosamente seleccionados, entre los que se encuentra el yodo a 50 mcg por cápsula).
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